Historia
La Academia Boliviana de la Lengua se constituyó el 25 de agosto de 1927 por sugerencia del presidente de la república, Hernando Siles. Sus fundadores fueron el ministro de Instrucción y Ganadería, Vicente Muñoz Reyes, el senador Francisco Irazós y el publicista Rosendo Villalobos, quien fue el primer director.
Su principal precedente y modelo fue la Real Academia Española, que ya había elegido, entre los hombres de letras, algunos académicos correspondientes en Bolivia que se incorporaron a la nueva academia. La institución se marcó como objetivo principal defender y cultivar el idioma español, tal y como señala el primer estatuto de la academia. Actualmente, se ocupa del estudio del idioma y de la recolección de bolivianismos, además de cooperar en la obras de la Asociación de Academias de la Lengua Española.
Según sus estatutos vigentes, que datan de 2005, cuenta con cuarenta plazas de individuos de número que se designan con letras mayúsculas y minúsculas del alfabeto.
Hasta 1997, tradicionalmente, las reuniones se celebraron en los despachos de los directores o en los domicilios de los académicos. Desde ese año, la Academia Boliviana de la Lengua se ha instalado en una amplia casa que la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia ha puesto a disposición de la corporación.
La corporación tiene una comisión permanente de lexicografía que trabaja en el estudio de voces y expresiones propias de Bolivia para la incorporación en el DLE. Asimismo, desde 1985 se publica la revista Anales, un volumen anual que recoge, junto a artículos sobre lengua y literatura, los hechos académicos más relevantes.
En 2002, la Academia Boliviana de la Lengua fue distinguida con el Escudo de Armas de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz. Además, en 2003 la Cancillería condecoró a la Academia con el Cóndor de los Andes.
La institución ha contado con figuras relevantes a lo largo de su historia. Encabezan esa lista monseñor Juan Quirós, erudito estudioso y puntal decisivo de la institución durante muchos años junto a la escritora Yolanda Bedregal, que ha dejado también su huella imperecedera.
